miércoles, 25 de febrero de 2009

Continuar con la vida


La semana pasada, mientras echaba un vistazo a un suplemento de un periódico, me encontré con una imagen que hizo que se me saltaran las lágrimas. Eran los restos de lo que había sido un feto humano; una manita, un brazo, una pierna. Lo que quedaba de un ser humano. Esa misma noche soñé que tenía una preciosa niña que corría feliz por un pequeño jardín que tenía en mi onírica casa.

Supongo que para cualquier mujer el aborto supone un antes y un después en su vida. Muchas han declarado que no han olvidado el olor de la clínica ni la frialdad con la que las trataron. Parece una herida que nunca cicatriza. Qué color de ojos hubiera tenido, le hubiese gustado los helados, qué palabra habría dicho primero. Todas esas preguntas sin respuesta quedan ancladas eternamente en los corazones heridos de estas mujeres que renuncian al acto más hermoso al que pueden asistir: el de dar vida.

Vivir es duro, y en estos tiempos lo es mucho. Pero es necesario comprender que hay que seguir adelante en cualquier situación difícil que se nos ponga por delante, de la misma manera que hay que entender que todo "proyecto de persona" tiene derecho a desarrollarse como tal. El feto de la imagen que vi podría ser el mejor amigo de tu hijo, el próximo premio Nobel de Medicina, o, simplemente, una niña que quiere reír feliz por un jardín de flores.

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